martes, 17 de noviembre de 2009

La Vieja Rosa III: Más anécdotas

La mañana que se llevaron a mami a la clínica con dolores de parto, resultó ser el primer día de primavera del año 1975. Nuestra nana se quedó junto a nosotras, al lado del teléfono por el resto del día, pendiente a la esperada "llamada". Estaba tan nerviosa, que bastaba cualquier movimiento nuestro fuera de lugar, o cualquier palabra subida de tono, para recibir su consabido chancletazo. Y así nos quedamos, durante horas, sentadas en la sala, estáticas y sin atrevernos a mover un dedo. Lo malo es que cuando te dicen que no te muevas, como que te entra una comezón repentina en todo el cuerpo y no puedes evitarlo. Mejor que te digan ponte a bailar. Y cuando dieron las 8 de la noche y por fin recibimos la llamada, yo ya tenía las piernas coloradas y llenas de ronchas. Entonces la vieja sacó su famoso cuadernito de anotar cosas, buscó uno por uno los números de teléfono de todos nuestros familiares y amigos, y como toda una secre efectuó todas las llamadas, dando la buena nueva: "tuvimos otra niña, esta nació bien grande, de 21 pulgadas...". Ziby, la nueva bebé, permaneció en la habitación de mis padres durante 3 o 4 meses, para después pasarla a la habitación donde dormía Rosa con Lari, la cuál tuvo que crecer de repente y pasar al cuarto grande de "las niñas", nuestro cuarto. Como la vieja solo dormía con la "más chiquita", la antigua consentida pasaba unos días revelándose, para despues terminar aceptando su realidad. Así fue como Lari pasó a formar parte de nuestra cofradía: subió de categoría en los juegos, compartió nuestros inventos, y por fín obtuvo permisos para salir a jugar. Claro que con el tiempo le gustó más estar de nuestro lado. Hasta aprendió a comer de todo, en vista que sus antojitos empezaron a ser ignorados. La inapetente flaquita se convirtió de repente en una lima que se llevaba todo lo que le pasaba por delante. Más adelante la vieja Rosa nos acusaba a Kari y a mí de haberle dañado el temperamento a "esa pobre niña", ya que de tranquilita pasó a ser otra diablita más.

Rosa era repentista, y siempre nos sorprendía con algún un refrán inventado por ella cuando le decías o le preguntabas algo, esperando de ella una respuesta que no estaba en ánimo de dar. Por ejemplo, si le decías "Vieja, me duele la cabeza" era típico de ella que respondiera: "Pues, métete bajo la mesa". O sino "Vieja, me duela la barriga", para que respondiera "pues álzatela pa'rriba".

Claro que más tarde venia con cara de pena a administrar el remedio correspondiente al quebranto. "Toma mi hija esta pastilla, mi pobre muchachita...".

Hubo una época en que nos administraba una dosis de leche de magnesia cada dos meses, supuestamente para "purgarnos". Yo no sé hasta qué punto funcionaba ese remedio, pero esperábamos el trago amargo obligado por ella, seguido de una sabrosa "china de niño" para quitarnos el mal sabor de la boca.

Cuando Ziby comenzó a caminar, la vieja "sugirió" a mi madre traer una muchachona del campo para que "le cayera atrás", ya que ella ya no se sentía con la energía para estos menesteres. Mami aceptó, y mandó a buscar a "la chunga" a las Matas de Farfán. A Chunga su madre la mandó con el compromiso de que le compraran su ropa y la mandaran a la escuela, cosa que se cumplió al pie de la letra. Y cuál no sería nuestra alegría en la cofradía, cuando vimos llegar una niña más o menos de nuestra edad, con la posibilidad de convertirse en "víctima" de nuestros juegos.

Demás está decir lo que nos divertimos en nuestros momentos de ocio, mientras Chunga entretenía a Ziby y Rosa bajaba la guardia... pobre chunga, hasta le pusimos los patines para que patinara en la bajadita de la marquesina, cuando nunca en su vida lo había hecho... lógicamente terminó con un brazo enyesado, y Kari y yo castigadas por una semana. En otra ocasión le propusimos servirnos de modelo para un ensayo de "maquillaje teatral" que estábamos practicando, y cuando terminamos, la vimos tan espantosa, que ahí mismo decidimos escribirle con pintalabios la palabra "piedad" en la frente, antes que se fuera a mirar al espejo.

Ziby sufría de asma, y todo el meneo del día le salía en la noche, con sendas crisis de pecho apretao, que la pobre vieja tenía que torear, y muchas veces le tocaba amanecer en una mecedora con la niña en los brazos. Hoy en día sabemos, después que somos madres, que no hay dinero en el mundo para pagar sacrificio semejante, de demostración de verdadero amor.



(continuará)