jueves, 1 de octubre de 2009

La Vieja Rosa


Mi nana era especial. Se llamaba Rosa. Llegó a casa cuando yo tenía 5 años y mi hermana 3.

Por aquel tiempo solo eramos dos... y la tercera se encontraba bien calientita en el vientre de mi madre.

En ese entonces ya se veía vieja, y desde entonces le apodamos cariñosamente "vieja Rosa".

No tuvo hijos, y desde muy joven se dedicó a cuidar niños. Su verdadera edad no la supimos hasta despues de su muerte, ya que cuando se le preguntaba, a cada uno le decía una cifra diferente... ¿pero en qué época nació?... Bueno, un día me contó que cuando el ciclón San Zenón era una moza de unos 15 o 16 años, pero a saber... También fue despues de su muerte que nos enteramos que una vez se casó, y que su marido se fue del país, para nunca volver.

La vieja Rosa poseía un humor bastante negro, y era de las personas que expresaba sus pensamientos en voz alta... o más bien "entre dientes", lo cuál era una ventaja, ya que siempre rectificaba lo dicho cuando no la escuchabas bien. Le cambiaba el nombre a todo el mundo, amparada en su ignorancia y mala dicción, aunque sospechábamos que lo hacía a propósito.

Se ocupó de mí y mis hermanas una por una, según iban naciendo, hasta que mis padres decidieron dejar de buscar el varón y detenerse en la número cinco. Tan pronto se ganó la confianza se ganó también el derecho a las pelas, castigos y regaños, y no fueron pocas las veces que mi mamá me enviaba a "pedir permiso" a la vieja, cuando yo quería salir a jugar con mis amiguitas. Y digo amiguitas, porque bajo el dominio de Rosa, de varones nada.  Era especialista en mantener las amistades del sexo opuesto bien alejados de su rebaño de 5 ovejas, con la célebre frase de "se me van de aquí, que en esta casa no hay varones..." los espantaba de la puerta, y así nos mantuvo hasta que me ví en la adolescencia y los varones ya no se acercaban para jugar al topao o al escondido. Con la edad cambiaron de táctica, y las bicicletas se convirtieron en el vehículo idóneo para hacer esquina, pasando una y otra vez por el frente de nuestra casa. La vieja Rosa también cambió de táctica, y en lugar de sentarse a coger fresco en la galería con la más chiquita sentada en las piernas, ahora se sentaba en muro de la verja con cara de guardia y una varita de guandules en la mano, lista para sonar e insultar a quien osara meter su bicicleta una pulgada dentro de la marquesina.

Rosa se hizo famosa por sus dichos y refranes, ya que siempre tenía uno como respuesta a cualquier situación que se presentase. Por ejemplo, cuando éramos chiquitas y nos metía en la bañera para "descurtirnos" a mi hermana y a mí, si alguna osaba orinar de pie, rápidamente nos decía "las niñas hembras no orinan paradas, que la virgen llora y el diablo se ríe", y esto nos hacía cortar en el acto llenas de culpa.

Nuestra nana se llevaba mal con la mayoría de las empleadas del servicio de la casa, sobre todo si eran jóvenes y animosas, ya que para Rosa esas mujeres no atendían sus oficios por andar "metidas en pri-pri" con los serenos, despachadores de colmado, jardineros o cualquiera que pasara. Y no pocas recogieron sus cosas y le decían a mi madre "doña, yo me largo, que a esa vieja no hay quien la aguante". Pero mami sí que la aguantaba... a pesar de todos los chismes, a pesar de tener el cuarto de baño de las niñas llenos de santos y velas, a pesar de que algunas de sus amigas se alejaron porque la vieja les cortaba los ojos porque no las podía ver, a pesar los regueros que dejaba donde quiera, a pesar de muchas cosas... la vieja Rosa era el alma de la casa, era nuestro angel guardián, nuestra enfermera, mayordomo, recepcionista, cocinera si se podía comer su comida... en fin, fué nuestro apoyo en cada momento de nuestra infancia y adolescencia. Estuvo allí cuando nos enfermamos, cuando nos enamoramos, cuando nos graduamos, cuando nos casamos... luego estuvo cuando fracasamos, y nos animó a levantarnos y seguir adelante. Estuvo en la familia hasta intentar cuidar de uno de sus "nietos", y de repente encontrarse paralizada por la enfermedad.

Cada día, cada minuto de los 23 años que pasó con nosotros, solo vivió para enseñarnos que el Amor tiene muchas facetas.

Gracias por haber estado en nuetras vidas, vieja querida. Las cinco hijas que dejaste atrás, nunca te olvidaremos.
(Continuará...)

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