domingo, 13 de abril de 2014

Katia y la oscuridad (1ra parte)

-Mami por favor deja la luz encendida.
-Pero mi hija, si te dejo la lámpara abierta, vas a tardar mucho en dormirte.
-¡Por favor!
-Pero si tú nunca has tenido miedo de la oscuridad,  ¿porqué ahora de repente esa inquietud?
-Yo no le tengo miedo a la oscuridad, pero sé que el viejito tiene miedo de la luz, y si la dejo encendida no vendrá a molestarme.
La madre paró en seco cuando escuchó estas palabras. Estaba a punto de dar media vuelta y salir, sin hacer caso de lo que su hija le decía. Retrocedió entonces.
-Dime mi hija, ¿de cuál viejito me hablas?
La niña se metió hasta los ojos dentro de las sábanas. Se quedó quieta un momento, pensando si su madre le creería. Recordó aquella vez cuando tuvo esa horrible pesadilla, se despertó gritando y su madre vino corriendo a abrazarla. ''Es por ese monstruo tan feo que salió en esa película. No debes volver a verla, aunque diga que es para niños. ¿Ves? aquí no hay monstruos?''. Mami tuvo razón aquella vez, nunca más volvió a tener esos sueños. Pero esta vez era diferente, estaba segura que el viejito era real. Entonces decidió contarle.
-Es el viejito que viene por las noches a despertarme. Parece que quiere jugar, pero no me gusta.
La madre observaba su pequeña niña de 9 años tratando de entenderla. La conoce, sabe muy bien cuando inventa excusas para no dormir, cuando quiere jugar otra cosa o leer en su Kindle. Ahora quería dormir, estaba muerta de cansancio. Entonces decidió poner atención.
-A ver cuéntame. - se sentó en el borde de la cama - ¿desde cuándo viene a verte ese viejito?
-Hace como tres noches.
-¿Y qué hace? ¿Cómo es que te despierta?
Katia señaló al armario.
-¿Ves la pequeña puerta encima del armario? Tarde en la noche, cuando ya estoy dormida, el viejito abre esa puerta desde dentro. En el momento que la abre hace un ruido muy raro y una luz verde sale de allí. Es en ese momento cuando me despierto. La primera vez no lo ví hasta que escuché cuando cayó al suelo después de saltar.
-Ya veo... - su madre mantenía la calma - ¿y te habló?
-No mami, no habla. Solo hace ruidos. Yo no quería que él supiera que podía verlo porque estaba muy asustada. Entonces trataba de no moverme y casi no abría los ojos. Pero el viejito hacía ruidos para que lo viera. A veces toca la perilla de la puerta y le da vueltas,  o toca mis cosas y deja caer algo. Se pone de pie al lado de la cama haciendo ruidos con la boca. También toca la cama y la mueve.
A medida que Katia contaba estas cosas, el corazón de su madre se aceleraba. ''Pobrecita mi hija,  viejito o no, no hay duda de que está viviendo un trauma muy fuerte''.
-De acuerdo, ¿y cómo sabes que no vendrá si dejamos la luz encendida?
-Porque la última vez me levanté corriendo cuando comencé a escuchar el sonido que hace antes de abrir la puertecita, y encendí la luz. Entonces no vino en toda la noche.
-Bueno, ¿y cómo es físicamente? Quiero decir, si está oscuro, ¿cómo sabes que es un viejito?
-Porque la segunda noche que estuvo aquí, no podía moverme pero abrí un poco los ojos. Estaba delante de mi cama parado por donde entra la luz por la ventana. Pude ver sus pies. Anda descalzo y son unos pies pequeños pero muy arrugaditos. Sus manos también son arrugadas, y su ropa es muy vieja y muy gastada. No quise abrir mucho los ojos para verle la cara porque no quise que se diera cuenta que estaba despierta. Pero sé que es pequeño, como de mi tamaño, aunque no es un niño. Además... huele muy feo, como si no se bañara nunca.
Su madre miraba fijamente la puerta encima del armario. Sabía que lo único que podía haber allí eran las maletas de su hija y algunos juguetes viejos. Pero no quería que su hija pensara que no le creía. Tenía que encontrar la manera de tranquilizarla.
Bien...¿sabes qué haremos? vamos a escribirle una nota y la pondremos encima del armario. Le vamos a decir que no es bienvenido aquí, que no nos gusta que nos visite, que por favor se quede en su mundo y no regrese, pero también le vamos a preguntar si ha perdido algo de este lado para que podamos ayudarle a encontrarlo y no tenga que regresar nunca más.
La niña sonrió satisfecha. En ese momento se sentía sumamente agradecida por haber sido escuchada. Vio cuando su madre tomó lápiz y papel y comenzó a escribir. Vio cuando tomó una silla y se subió a dejar la nota dentro del pequeño armario de arriba. Antes de salir su madre la besó.
-Te dejo una luz abierta por esta noche.
Katia durmió placidamente toda la noche, su madre también; y mientras una tenue luz verde salía reflejada por las rendijas del armario de arriba. Una mano arrugada sostenía silenciosamente un trozo de papel. Alguien estaba leyendo.

(Continuará)

3 comentarios:

  1. Hola, me encanta el relato quiero más... y te invito a que te des una vuelta por mi blog "La insoportable levedad!, un saludo!!

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    1. Claro Adriana! pasaré a conocer tu blog... la semana próxima publico la 2da parte; sabes es una experiencia que tuvo mi hija... elementos que los escritores tomamos para escribir nuestras historias fantásticas. Gracias por pasar.

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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